lunes, 23 de abril de 2007

Lisboa

Os recomiendo un viaje a Lisboa. Está cerca, quizá por eso no había estado todavía, ya sabéis, la típica excusa mental de que como está a la vuelta de la esquina lado me puedo acercar cualquier fin de semana, que realmente luego nunca encuentras y siempre lo vas dejando para otro momento. Total, está ahí al lado.
En realidad este artículo nació mucho antes que el blog, como apuntes en mi cuaderno de pensar que rellené mientras esperaba el embarque en el aeropuerto. Que bohemia fui en ese momento. En medio de un aeropuerto internacional rodeada de hombres grises (pero sin cigarros, ya se sabe… smoking room) de la escudería Mercedes y yo en vaqueros y con las gafas de sol en a cabeza escribiendo en una libreta media ajada sentada en el suelo. Recuerdo que pensé que sería muy bonito poder hacer cuadernos de viaje al estilo de los británicos del XIX que recorrían el mundo buscando lo pintoresco y exótico. Fue una idea que descarté de plano porque el hecho de proponérmelo siquiera sería añadir un fracaso más a mi larga lista de “cosas que me gustaría hacer” (y que finalmente no hago). La idea es preciosa pero, para mi, imposible. Para realizarla debería tener paciencia (de la que no estoy sobrada) y suficiente tiempo en los lugares como para sentarte en una terraza, un parque o un banco de una plaza a escribir lo que ves y lo que sientes en ese instante. De esto tampoco suelo tener. Sobre todo porque no soy capaz de no intentar verlo todo y aprovechar al máximo el tiempo. Disfrutando y sin agobios, claro.
Algunas de las cosas más bonitas que he visto en mi vida entraron por mis ojos en esos 4 días. Otras me impresionaron por lo gigantesco, lo diferente o lo pintoresco. Otras me sobrecogieron. Pero todas me enseñaron algo de ese país y de su gente, que tan poco aprecio tiene a los españoles.

La ciudad entera respire esa decadencia tranquila, serena, asumida, de quien va perdiendo lo que tuvo sin darse mucha cuenta. No me interesó lo más mínimo la masa de bloques de 10 pisos del extrarradio, que de eso hay en todas partes. Más bien me entusiasmaron las mujeres que tienden la ropa en sus balcones de la Alfama o lo hombres de aspecto taíno que juegan a las cartas en la calle encima de una caja de cartón puesta del revés mientras otros compran en las tienditas de alrededor. Los abuelos que se sientan en las plazas a ver jugar a sus nietos a sus pies… El revoco se cae, las calles huelen a pis y no existe orden racional entre calles, plazas y escalinatas, pero la vida sigue.



Por supuesto, dejé cosas sin ver ni hacer. Dicen que debes hacerlo para poder volver y yo quiero regresar.



3 comentarios:

Javier Sánchez dijo...

Querida amiga...me ha encantado tu post...y sobre todo, me ha encantado más aún porque desconocía la palabra "taíno" y oye, nunca está de más conocer cosas nuevas...por mi parte decirte que realmente me han entrado ganar de volver (ahora sin expos y con algunos años más)...por cierto, el gran google vuelve a referirte, en la sexta posición...qué amigos que tienes que les censuras de igual forma...

May dijo...

qué bonito...
me ha enamorado... y eso que nunca me atrajo como ciudad...
gracias por la recomendación (y por las fotos, más aún).
besitos,
May.

Casanova dijo...

lISBOA ES MUY BONITA,MELANCòLICA Y PARA QUE ENGAÑARSE NECESITA UNA MANITA DE PINTURA.VIVI 3 AÑOS EN PORTUGAL,EN EL SUR,Y LA VERDAD QUE JAMAS TUVE PROBLEMAS CON LOS PORTUGUESES,SON AMABLES Y MUY CORRECTOS,TAMBIEN LOS HAY CHILLONES,Y ELLOS ,A DIFERENCIA DE NOSOTROS ,NOS CONOCEN MUY BIEN.EL PROBLEMA DE LOS PORTUGUESES ES QUE AùN NO SE HAN DADO CUENTA QUE LA DISTANCIA MàS CORTA ENTRE DOS PUNTOS ES LA LINEA RECTA,CUANDO LO DESCUBRAN COMENZARAN A SER UN PAIS DESARROLLADO