lunes, 26 de noviembre de 2007

Love Actually

Hoy la he visto otra vez gracias a TVE y, definitivamente, me encanta el cine británico. Al menos, todo el que he visto. Y a mí sí me hace gracia su humor, pese a los que puedan tacharme de cultureta.
Y aquí estoy yo, preparando ansiosa mi breve viaje a Londres de diciembre, planeando en una lista que crece cada día all the things i wanna do. Y van y me ponen esa película, con esos planos increíbles de los puentes del Támesis con St. Paul de fondo. Y esas calles inmensas de casas todas iguales con sus tres escalones en la puerta. Y me muero por ir. Me muero por vivir allí. Me muero de ganas por convertirme en cualquiera de las mujeres de la película y vivir en uno de esos áticos diminutos y encantadores decorados con mucho gusto y poco dinero. Y sé que lo haré algún día. No sé cuando, no sé cómo. Pero lo haré.
Londres es mi ciudad. Aunque sólo he estado una vez (vi lo mínimo e indispensable) y no se puede decir que haya visto el mundo entero (ni medio siquiera) sentí desde que la vi que era mi ciudad. En diciembre será la segunda vez que la pise y, entre tú y yo, quiero hacer de esto un hábito. Es muy snob, lo sé, pero a partir de ahora quiero ir allí con asiduidad. Así como, al menos, una vez al año. No por nada. Por el simple placer de estar allí. No me importan las tiendas cerradas a las 5, las calles vacías a las 5’30 y el insuficiente alumbrado publico. La adoro. Supongo que el amor será algo así, aún no lo sé. Conocer a alguien y sentir que tienes que estar lo más cerca posible de él todo el tiempo que puedas, disfrutar cada momento a su lado. Planear con esperanza y deseo los momentos en los que os veréis. Es algo así, ¿no? Creo que me estoy enamorando. Ya os contaré que tal nuestro idilio cuando vuelva.



jueves, 22 de noviembre de 2007

¿Me cambias una poliomelitis por un VIH?

Estando recostada en el sofá digiriendo la comida el otro día vi un reportaje en el telediario sobre los “juguetes de estas Navidades” (¿soy la única a la que le crispa los nervios que las Navidades empiecen el 20 de noviembre?) y, cual fue mi sorpresa cuando un trajeado ejecutivo de compañía juguetera sonríe a cámara explicando las nuevas creaciones y lanzamientos para estas fechas tan señaladas y entrañables: peluches más bien pequeños de vivos colores… ¡¡CON LAS FORMAS DE LOS VIRUS MÁS CONOCIDOS!! Me froto los ojos. No puedo haber entendido bien. Los kiwis y el pollo a la plancha de la comida me deben estar jugando una mala pasada. Pero no. Ahí está. Eso rosa, azul y amarillo no es una arañita impresionista. ¡Es el dengue! ¡¡Y además son coleccionables!! Esto es lo último.

Todo con un trasfondo educativo y pedagógico, claro está, que es lo que vende ahora. Nada más importante para un niño que juega con peluches que reconocer de un vistazo el virus de la fiebre amarilla. Muy didáctico. Porque los juguetes tienen que entretener y educar. Y tener bonitos diseños y no ser sexistas. Y las galletas tienen que ser nutritivas y divertidas. Esto es de sentido común. Cualquiera lo sabe.
En fin, que siempre que pienso que está todo inventado a alguna lumbrera se le ocurre algo como esto. Ya estoy deseando ver que nuevas maravillas nos preparan para las próximas Navidades. Sólo habrá que esperar al septiembre próximo.



Y los venden, por mi vida. Si alguien está interesado puede dar una vuelta por la web http://planetapluton.com/giant-microbes-p-33.html

miércoles, 21 de noviembre de 2007

El Principito

Cuando estaba pensando en este post antes de ponerme a teclear he pensado que, en realidad, tirando del hilo podría hablar de muchas cosas hoy. Podría decir que los libros “para pensar” son una de las muchas cosas que me gustan pero que, realmente, no necesito. Podría disertar sobre lo mucho que gusta en los colegios dar a leer “El Principito” en la primaria cuando, realmente, es un libro para adultos con el que puedes replantearte tu vida de arriba abajo un par de veces en cada página. Podría también rememorar viejos tiempos en campamentos y acampadas con la compañía de esos textos. Y muchas otras cosas. Sin embargo, hablaré de la belleza per se, a la luz de este trocito del libro:
(He leído varias traducciones con matices diferentes, pero…)

¡Ah, Principito! Así comprendí poco a poco tu pequeña vida melancólica. Tu única distracción durante mucho tiempo fue la dulzura de los atardeceres. Me enteré de este nuevo detalle en la mañana del cuarto día, cuando me dijiste:
- me gustan mucho las puestas de sol. Vamos a ver una puesta de sol…
- pero tenemos que esperar
- ¿Esperar a qué?
- A que el sol se ponga (…)

En tu pequeño planeta bastaba con mover tu silla unos pasos para poder contemplar el crepúsculo cada vez que lo deseabas…
- ¡Un día vi al sol ocultarse cuarenta y tres veces!

Poco después agregaste:
- Sabes, a uno le gustan los atardeceres cuando se siente verdaderamente triste
- El día de los cuarenta y tres atardeceres, ¿estabas en verdad triste?
El principito no contestó.

No todo en la vida tiene que tener un superfondo. Hay veces que algo nos gusta porque sí. A mí me gustan los atardeceres porque son bonitos. Son bellos. No tengo que sentarme en un risco a mirarlos y olvidarme de que existe un mundo. Hay canciones que me gustan pero no me recuerdan a nadie, hay vestidos de los que me enamoro sin pensar en cuando me los pondré, hay ficciones que me emocionan.
Es pura estética. Simplemente miro y me deleito. Sólo muy de vez en cuando siento algo lejanamente parecido al Principito. Sólo a veces un atardecer es una excusa para reflexionar profundamente. Me encantan.



En alguna de parte de Mallorca, hace poco

PD: "No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos"

lunes, 19 de noviembre de 2007

Si me queréis algo, irse

Llevo bastante tiempo intentado escribir algún otro post, lo prometo. Pero no sé porqué la conexión de mi casa, y el ordenador de mi cuarto en particular, han estado impidiéndomelo con energía. Al fin he conseguido doblegarlos y aquí estoy. Acabo de recibir un mensaje multimedia de alguien a quien cada día me siento más conectada y ha sido una de las ilusiones más tremendas de esta última época. Es un archivo de audio, que inmediatamente ha pasado a ser mi tono de llamadas en el móvil, con las palabras de la gran Lola el día de la boda de su hija. A saber:



Y, por si a alguien le queda alguna duda, a Ella (sí, en mayúsculas, como Faraona y Reina que fue y será) es a quien debo el nombre de mi blog. ¿Por qué? Simplemente porque me encanta la frase. Me parece una de las muchas perlas con las que Lola nos obsequió durante su vida. Muchas de ellas, como la que le he tomado prestada para este hijo mío, pertenecen ya al conjunto de dicho populares ¿Puede haber más prueba de grandeza? Sin duda, una de las grandes mujeres, de los grandes temperamentos, de las últimas décadas. ¿Que me decís de eso de "Íñigo, por favor, que el pendiente no lo quiero perder"? O aquello aún más grande, si cabe, que "con que cada español ponga una pesetita podría pagar lo que ustedes dicen que debo a Hacienda". Si llevara sombrero me descubriría. No entro, Dios me libre, a juzgarla en lo personal. Además no podría puesto que la idolatro y, como persona que se dedica a esto del artisteo, ya lo dijo aquel crítico del New York Times hace casi 50 años: "ni baila como una gran bailadora, ni canta como una gran cantaora, pero no se la pierdan”. Lo dicho, señores, ¡¡¡que viva Lola Flores!!!!