jueves, 22 de julio de 2010

En esta nuestra comunidad

Hoy han intentado echarme de la piscina de una comunidad. Sí, sí, sí. Como lo cuento. ¿Cómo te quedas? Muerta, igual que yo. Claro. Y todo, ¿por qué? ¿Escándalo público? ¿Hacer pipí en la piscina desde el trampolín? ¿Bañarme desnuda? ¿Fumar crack sentada en la piscina infantil? No, ni mucho menos. Todo eso habría sido perdonable frente a mi gran pecado: ¡no identificarme a un vecino! El buen señor, que debe ser la alcahueta de la mancomunidad, no me ha reconocido como vecina y/o propietaria de alguna de las viviendas y me ha preguntado (que no es que le importe, pero le gusta enterarse) quién soy y qué vecino me ha invitado a darme un chapuzón estival. Yo, que, como los buenos periodistas, no revelo mis fuentes y no quería dar el nombre de mi tío (a la sazón, propietario de una vivienda con derecho a uso y disfrute de la piscina), le he dicho al señor que estaba allí honradamente y que no había tenido que forzar la cerradura para entrar, pero que eso era todo lo que necesitaba saber y que mi nombre era superfluo. Ni corto ni perezoso, me ha amenazado con llamar a la Policía. Aquello empezaba a adquirir tintes de tragedia griega, la tensión se cortaba. Pero como soy así de arrojada, le he respondido que no tengo problema alguno en que lo haga y en darle a ellos mi documentación, puesto que ellos sí tienen autoridad para pedirme que me identifique. Lo mejor, la respuesta del ocioso sexagenario: “¿Cómo que yo no tengo autoridad? Soy propietario, pago el recibo todos los meses y el año pasado fui el presidente de la comunidad”.
¡Ahí está! Esta mañana he discutido con Juan Cuesta, en sus buenos tiempos.

martes, 20 de julio de 2010

Cosas que he aprendido en Bélgica


Que algún tuerto me ha mirado para tener la mala suerte de que en todos, absolutamente todos mis viajes en tren me toque en el vagón a un niño llorón y chillón de los que detesto. Que ser madre y hacerle “ssssssshhhhh” a tu hijo chillón para que se calle tiene nula efectividad. Que se pueden tener 27 años físicos y 13 mentales. Que comprar 4 chorradas para la cena en un supermercado sale por 32 euros.. He aprendido también que la vida se paraliza cuando cierran las tiendas a las 6 de la tarde y ya no se ve un alma en la calle, aunque todavía queden casi 4 horas de sol. Que quepo en el tambor de una secadora. Que me encanta ver los partidos de fútbol fuera de mi país y que he sido capaz de comprarme una camiseta de España y de pintarme la cara con la bandera. Que 40 minutos son más que suficientes para acaparar la mesa de una terraza y que, pasado ese tiempo, es legítimo que te echen. Lo que es el Ommegang. Que 3 de cada 4 tiendas venden chocolate.


He recordado que todo el país huele a dulce y que hay tantos acompañamientos para gofres como días tiene el año y tantas cervezas como peces hay en el río, que Brujas es una ciudad preciosa que merece mucho más que un día de estancia, que Bruselas respira vida y ganas de vivir por todos sus bellos rincones... y que estoy deseando seguir viendo mundo.