
Como decía, la película me ha conmovido tanto como para animarme a escribir sobre ella en este blog. Yo, que soy de lágrima dura, no pude hacer otra cosa que sacar el paquete de pañuelos para secar el rastro que me provocaba la valentía, la inmensa dignidad de los personajes, la realidad cruel de la historia (que es un poco la historia de todos nosotros y de nuestros abuelos), la terrible pena por las injusticias.
Creo que, pese a tener menos de un año, ha nacido un clásico de la filmografía española.
Mi más sincera admiración para Imanol Arias, que no ha sido nunca, hasta ahora, my cup of tea. Al niño Roger, que tanta ternura y pena despierta. A Carmen Machi: es una pena que te reconozcan como Aída sabiendo hacer de Rocío Moliner o el impresionante papel de la Tortuga de Darwin. Mi más cálido aplauso al nunca suficientemente reconocido Miliki, que pone el broche de oro con una majestuosa interpretación y a Emilio Aragón, que hace bien todo lo que hace.
Hace días que no puedo dejar de tararear eso de “no se puede vivir sin un franco”.
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