martes, 15 de diciembre de 2009

El poder de una llave Allen

Llave allen en mano. Siete cajas de entre 2 y 40 kilos esperando ser abiertas. Mi nuevo salón despejado esperando ser redecorado. Muerta de sueño, con los brazos y las piernas destrozados, -10 horas en Ikea, 2 horas de camino de vuelta y otras 2 bajando cajas del coche agotana cualquiera. Y si no, probadlo- flaqueándome las fuerzas y, sin embargo, feliz. Muy feliz. Pero una felicidad diferente a cualquiera de la que hubiera sentido antes. Una especie de dicha tranquila e histérica, ilusión y miedo del futuro. Miro atónita las cajas y recuerdo cómo pesan las condenadas. ¿Cómo hemos sido capaces de subirlas a un 2º sin ascensor? Y lo peor por delante: sacar los bártulos de las cajas y hacer que todo encaje y formen un bonito mueble (por supuesto, blanco). Y lo mejor por delante también: (por fin) mi piso, mi espacio, mi cocina, mi salón y mi cuarto. El principio del resto de mi vida. De nuestra vida.