miércoles, 20 de febrero de 2008

El fin está cerca (para quien sepa inglés ya llegó)

Mañana, por si alguien aún no lo sabe, (será portada de telediario, te lo digo yo) sale a la venta en España el séptimo y ultimo libro de Harry Potter. Y, sí, con la popularidad que me caracteriza, ya me lo he leído. Lo hice este verano. No encuadernado y súper mono como lo venden mañana sino en forma de más de 700 folios sueltos que iba sacando cuidadosamente de una bolsa de papel de Springfield y metiendo con más cuidado si cabe en otra de semejantes características. El desorden sería la hecatombe. Y, bueno, qué decir. Que me encanta. Todo el universo harrypottertiano, con sus muchos personajes, sus hechizos, sus lugares, sus magos fundadores, las casas, Hogwarts... Todo. Me encanta, me encanta. ¿Lo digo otra vez? ¡Me encantan! Me jarté (con “j”. La “h” se queda corta) de llorar con los últimos. Es la única serie de libros que he leído entera (honor que comparte con la trilogía de El Médico, de Noah Gordon) pero, paradojas de la vida, no tengo en mi poder ni uno solo de los ejemplares. No he comprado ninguno. Por eso, si alguna vez me caso, lo primero que pondré en la lista de bodas es la serie completa. En inglés y en español. Y si tengo hijos se los leeré por las noches.

He de confesar que vi la primera película antes de leer el primer libro. Nunca mais. Aún así la película me enganchó. Seamos sinceros, por Dios, ¿Quién no quiere ser mago y llevar túnica y tener una varita? Yo, por supuesto. Y si encima vives en ese pedazo de castillo y te ponen la comida delante todos los días ya me muero, vamos.


Si tuviera a J.K Rowling delante y sombrero puesto, me lo quitaría. Esa mujer que una Nochevieja, por no tener ganas de ver “El hombre que pudo reinar” se puso a escribir. Y mírala. Ahí la tienes. La escritora de más éxito del mundo. Más dinero que la reina de Inglaterra. Metiendo el gusanillo de la lectura a millones de futuros adultos en todo el mundo. Ole tú, nena. Y lo mismo es que yo soy muy inculta o muy joven pero ¿Cuándo se han hecho colas de horas de espera o se ha dormido en la calle para comprar libros, como pasa con Harry? ¿Cuándo otro libro ha sido capaz de encajar un carrito de equipajes en medio de una pared en un edificio histórico como han hecho en el andén 9 y ¾ en King’s Cross?

Los únicos de esta historia que me dan pena son los pobres actores de la saga, que no se quitarán el sambenito de ser Harry, Ron y Hermione en la vida y de los que esperamos que en el show de Jay Leno saquen una varita y a golpe de Wingardum Leviosa levanten la mesa pero claro, la realidad no supera la ficción. Y en este caso, menos aún.

jueves, 14 de febrero de 2008

Siempre los cariñitos me han parecido una mariconez...




... que dijo ese gran hombre en los '80. Y,
sin embargo,

me encantaría que un día, mejor si no es 14
de febrero

me despertaran con un ramo de rosas de

esos que no se ve al que va detrás y lo
lleva... No necesariamente
rojas.
PD: el 12 de abril, el 7 de julio y el 19 de septiembre
siempre me han parecido fechas mucho más
elegantes y distinguidas, no sé por qué.

martes, 12 de febrero de 2008

Situaciones inverosímiles.

Muchas veces me sorprendo de que me pasen ciertas cosas y tener que recurrir a esa gran frase de “lo que no me pase a mí no le pasa a nadie”. Cosas como quedarme encerrada en el cuarto de baño de un hotel de 4 estrellas y tener que esperar a que el de mantenimiento venga de su casa, encontrarme la puerta de mi casa literalmente llena de mierda… Cosas así. Pero, sin duda, son las situaciones cotidianas las que más me tocan la fibra. Ojiplática me quedo. Descompuesta, petrificada. Hoy ha sido día grande. Dos historias más en mi haber personal.

SITUACIÓN A (interior de una copistería. Fila de clientes esperando ser atendidos. Dos amigas y yo las primeras. Señor setentón de chaqueta de cuadritos marrón –estas típicas de abuelo, sabéis cuales son, ¿verdad?- y tos estertórica justo detrás. La tercera en la cola una abuela –supongo… todas tienen nietos- también septuagenaria de abrigo hasta la rodilla de muletón marrón, bolso al codo y pañuelo de tela en la mano)

Dependiente: ¡siguiente!
Yo: sí, soy yo. Quería copia de esto. (Lo coge y se va hacia la máquina)
Otro dependiente: ¿quien va ahora?
El señor: pues creo que yo… Señorita… (Refiriéndose a mí que, claro, no me doy por aludida con ese apelativo) ¿Soy yo el siguiente, verdad?
Yo: si, porque nosotras venimos juntas y ya se lo diremos todo junto a este chico que me está atendiendo.
La abuela: (que entra en escena sin que nadie la llame, como hacen los abuelos de otros, los que no conoces. Tus abuelos nunca harían eso) Pero mire, aunque no fuera usted el siguiente, estas chicas le dejarían pasar a usted, ¿no es verdad, niñas?
Yo: (me acabo de quedar muerta) ¿Perdone?
La abuela: sí, que lo dejaríais pasar aunque no le tocara, porque es mayor, ¿verdad?
Yo: pues no, señora. (La mujer se queda parada y pone cara de no entender en qué parte falló su discurso) Yo le doy la razón a quien la tiene. (¿Cómo? ¿Cómo que razón? Somos mayores, ¿no es eso razón suficiente?) Si le tocara a él, como es el caso, le dejaría pasar. Si no, tendría que esperar su turno. Vamos, digo yo.
La adorable anciana se ha ido convirtiendo en Lex Luthor mientras he ido hablando. Salgo despavorida por la puerta con mis fotocopias.

SITUACIÓN B (tras un frugal desayuno en la mesita de una cafetería nos levantamos serviciales a abonar la consumición en la barra)
Yo: ¿cuánto es lo mío, por favor?
Camarera: 2’10. (Coge el dinero y se va. Vuelve con el cambio)
Yo: perdona, creo que me has cobrado de más…
Camarera: no. Son 2’48.
Yo: me acabas de decir 2’10…
Camarera: sí, pero eso es sin incluir el 10% de suplemento en mesa (Me caigo al suelo)
Yo: Eeeehh… ¿ese suplemento no es sólo para la terraza?
Camarera: no. Siempre se cobra. El servicio del camarero se cobra siempre. A no ser que estés sentado en la barra. (Lógica aplastante)
Yo: ah, claro… porque si estás sentado en la barra eres tú el que te pones el café y te tuestas el croissant. El camarero no interviene en nada. Claro.
La camarera me mira con odio y coge el dinero de otro para cobrarle su desayuno y su suplemento.
Desde luego, soy una temeraria. A quién se le ocurre razonar hoy en día. Me está bien empleado...

lunes, 11 de febrero de 2008

Señora, ¿podría indicarme por dónde queda el punto medio?

Soy radical. Y simpática. Y me gusta disfrutar de la vida. Por eso cuando me caigo, me caigo con todo el equipo. Con toda mi simpatía y mis ganas de disfrutar. Lo peor son los demás. Esos que en cuanto te ven o te oyen lo notan. Saben que algo me pasa e intentan animarme exigiéndome que sea la misma de siempre sin darse cuenta de que esas frases hechas y la psicología de mercaíllo no van conmigo. Así no me animaís.
Otra de las tempranas enseñanzas de mi padre fue aquella de "en el punto medio, hija mía, está la virtud". Pues no lo encuentro, padre, no lo encuentro.



Por cierto, os pediría a todos los que pasáis por aquí, así en letra pequeñita, que me dejaráis comentarios en lugar de decirme por teléfono lo mucho que os gustan mis post. Ya sois muchos los que usáis esa técnica y, si me quereis, mejor escribidme.